Con este blog pretendo hablar de cualquier cosa que se me ocurra en relación con la fotografía, si bien hoy me voy a ir un poco por las ramas escribiendo unas palabras sobre mi relación con la isla de Tenerife.
Antes de llegar a la isla viví unos cuantos años en Ibiza. Allí recuerdo como otros compañeros de equipo y yo mismo nos sentíamos unos privilegiados al estar en un sitio al que la gente deseaba ir a pasar sus vacaciones. Y eso mismo pensaba de mi nuevo destino cuando, no sin cierta tristeza, cambié el Mediterráneo por el Atlantico.
Uno de los motivos (quizás el único) que nos llevó a dejar Ibiza fue el hecho de haber conocido cada uno de sus rincones. Los buenos amigos que dejé allá saben lo mucho que disfruté descubriendo la isla y algo parecido me proponía con Tenerife. La isla no era un lugar nuevo para mí.
Con 17 años, en una de las que recuerdo como más bonitas etapas de mi vida, vine a la isla a jugar un campeonato de baloncesto, y algo más tarde, con 27, pasé de puntillas durante una semana como turista. Además de esas dos visitas, unos cuantos años antes, y nueve meses antes de que yo naciese, mis padres andaban por la isla, por lo que en cierto modo algún modo pudiera ser que cuando llegué a vivir aquí estuviese volviendo a mis orígenes. Hablaba antes de “pasar de puntillas”, y es que por aquel entonces no tenía la más mínima idea de que lo que había era una ínfima parte de la cantidad de rincones que años más tarde esa misma isla me seguiría enseñando…
Antes de instalarme en Santa Cruz, ya había subido al pico del Teide, visitado el drago milenario en Icod, paseado por La Laguna o bañado en la playa de Las Teresitas. Pero venía a una de las conocidas como Islas Afortunadas y suponía que eso no podía ser únicamente por el clima o por las tres o cuatro pinceladas que me había llevado en mis anteriores viajes. Tenía que saber por qué y para ello, mi culo de mal asiento me pedía conocer la isla, caminarla de arriba a abajo. Y eso es lo que he estado haciendo estos años siempre que he tenido la ocasión.
Mi relación con la isla y sus paisajes siempre ha estado unida a mi cámara de fotos. Y ha sido con ella al cuello o a la espalda como he ido sucumbiendo a sus innumerables encantos.
No es sólo que en una misma isla haya lugares tan diferentes entre sí como el Teide y los riscos de Anaga, como Los Gigantes y Bajamar, los bosuqes de laurisiva y el malpais de Güimar, la playa de Juan Hernández y La Garañona o el barranco de Masca y el volcán de Arenas Negras. Además de contener multitud de lugares que pueden hacer las delicias de los que nos gusta la fotografía de paisaje, las posibilidades fotográficas de cada uno de esos sitios se multiplican desde el momento en que entran en juego todas las variables que suponen los cambios de marea, las épocas de floración, la caida de la noche, los cambiantes cielos y sus nubes, la lluvia, la calima o, si hay suerte, incluso la nieve.
Si quiere uno poner pegas, no va a tener problemas en encontrarlas, pero yo particularmente intento siempre ver el vaso medio lleno y es por ello que creo estar viviendo en un pequeño paraiso, hablando en general, y de fotografía en particular. Estaría bien tener también un río, un extenso campo de trigo, un lago al pie de las montañas o unos bosques que se tiñan de colores en otoño... ¿pero existe algún lugar que tenga todas esas cosas en una extensión de tan sólo 2.000 km2? Quizás sí, pero debe estar muy lejos :)
A estas alturas, es algo más que habitual el hecho de planificar una salida fotográfica con varias fotos en la cabeza y volver a casa con otras diferentes, además de nuevas ideas para el mismo sitio; al final ésto termina siendo el cuento de nunca acabar. Y que siga así :) A día de hoy, después de tantas salidas y tantas fotos, la lista de rincones por visitar y de fotografías por buscar sigue repleta.
Creo que a todos los que nos gusta la fotografía de paisaje nos pasa algo parecido. Vemos determinados lugares con otros ojos, y no porque tengamos mejor graduada la vista o por tener alguna cualidad que otros no tienen, claro está. Creo que es simplemente porque somos unos frikis de tomo y lomo de lo que hacemos. Podemos disfrutar de un espectacular atardecer, pero no nos conformamos con ese. Queremos (o al menos hablo por mí) también otro con un cielo diferente, desde aquel otro ángulo o con vaya usted a saber que otra luz. Y eso mismo, que probablemente me podría también pasar en cualquier otro sitio donde viviese, es lo que me pasa en esta isla, donde veo como un regalo la posibilidad de ver en un mismo día salir y ponerse el sol en el océano o de soñar bajo un cielo que a determinada altura deja sin aliento.
En los últimos años he podido viajar mucho menos de lo que lo hacía antes y de lo que me gustaría, limitando mis viajes prácticamente a visitas familiares. Aún así, esa variedad y multitud de rincones con sus interminables posibilidades fotográficas que la isla me ofrece para ver, patear, fotografiar y, al fin y al cabo, disfrutar, no son otra cosa que pequeños viajes que me llenan y me hacen sentir joven (aunque sólo sea por dentro :)).
gran belleza de los rincones de la isla, y por enseñarnos que la majestuosidad de los paisajes sólo se puede captar por aquellos que tienen la sensibilidad y la creatividad suficiente para hacerlos únicos. Y sobre todo gracias por ser como eres. Enhorabuena por este blog y gracias en nombre de todos los que te conocemos por regalarnos tantas imágenes maravillosas. Mucha suerte compañero, maestro y amigo.